Mi padre reniega de la historieta. Se hace el que no las lee, pero él fue quien me mostró ese mundo. Él me hizo conocer al Eternauta, a Batman, al Tío Rico y los Apandadores, entre otros. Incluso mi segundo nombre es Guillermo por el hermano de Mafalda. Pero si hay un personaje ante el cual él se vuelve loco, sin aparentar, que lee sus libros antes que yo y las compra sin preguntarme previamente si ya lo compré, ese es Pepe Sánchez.
Pepe es un tipo del barrio. Al menos de un barrio en Buenos Aires, Argentina el país donde principalmente se publicó esta historieta. De clase media, alrededor de treinta años y flaco. Eterno soltero, pícaro, enamoradizo. De una inteligencia media que fluctúa, a veces, entre la estupidez y otras veces en la genialidad (seguramente para solucionar el trabajo de sus autores).
Cuando hablamos de clase media argentina nos referimos a un personaje que no destaca en su nivel económico pero que posee las comodidades básicas colmadas y con algún que otro resto de dinero para darse un “gustito” en el mes. Y es esa fina línea de balanceo para el individuo de no tener demasiado extra económico el que haga que nuestro personaje, como toda la clase media argentina, siempre esté atento a un nuevo trabajo, a una “changa” o algún tipo de negocio que pueda salvar su posición a futuro.
Pepe Sánchez también se parece al argentino que no tuvo más estudios que terminar a duras penas el colegio secundario. Y es que muchas veces (aún más en la época que empezó a publicarse esta historia) los estudios terciarios o universitarios eran para gente de mayor poder adquisitivo o que pudiera darse el lujo de estudiar antes que trabajar. Y los de clase media que aun así combinaban el estudio y el trabajo y se esforzaban cada día para crecer académicamente, bueno, poseían una voluntad de la que nuestro héroe carece.
Y básicamente en eso reside la gracia de Sánchez: no es muy despierto y siempre está buscando una nueva forma de conseguir guita. Pero lo que salva y lo hace un personaje entrañable es que Pepe Sánchez es un buen tipo. Pero muy buen tipo. Muy amigo de sus amigos. Divertido, entrador. Fanático de ver futbol en la cancha (Chacarita Juniors, un club real de Argentina) y jugarlo en el potrero (lotes de casas abandonados y de tierra que siempre se encontraban en los barrios y que los niños y jóvenes rápidamente ponían palos, buzos o piedras para delimitar dos arcos y ya era un campo de futbol improvisado. No se tomaba muy en serio sus trabajos y siempre que podía había una excusa para tomarse un buen mate.
Los padres de la bestia son Robin Wood y Carlos Vogt. Los dos se conocieron cuando comenzaron a trabajar en el ´68 en una historieta llamada “Mi novia y yo”, una comedia romántica costumbrista que tuvo en vilo a miles de lectores durante el tiempo que se publicó. Pepe Sánchez fue un éxito inmediato desde su primer episodio. Durante décadas los lectores siguieron las aventuras de Wood-Vogt.
Su primera aparición como lo conocemos fue en el Tony Supercolor Nº 1 pero ya había aparecido varios años atrás en una historieta llamada “España y Pepe Sánchez” también por Wood y Vogt con la única diferencia de que el rubio, acá era morocho. Pero más allá de la coloración de su cabello, el personaje era el mismo Pepe que conocemos. El porqué de este cambio de coloración o a que se debió el parate de seis años entre publicaciones es algo que desconozco.
Sus primeras aventuras lo asocian con el mundo de los espías que ya eran furor en los cines alrededor del globo, recordemos que era época de guerra fría en el norte y las películas de James Bond agotaban sus entradas en cualquier cine de barrio. Con hábiles juegos de palabras (el espía ingles se llama James Pont, la organización de los malos se llama “Caos” o “Spectrum” y algunos títulos de sus aventuras como “De Rusia con amor…tadela” o “Goldedo”) podemos darnos una idea, aún sin leer una historia, del tenor de las mismas. Con el paso del tiempo sus aventuras se expandieron a problemas con mafiosos, vecinos y cuanto malvado se le cruzara.
Y, cuando Wood dejó el personaje, a Vogt le pareció que el planeta Tierra le quedaba chico a Pepe y, entonces, lo mandó al espacio en la saga de “El regreso del que te jedi” (en obvia alusión y parodia con la famosa saga de Star Wars.
Personaje importantísimo para la cultura argentina de la época. Este rubio muñido de mate, bombilla y yerba sin palitos intentó dar lo mejor de sí en cada aventura que le tocó vivir y lo logró, la mayoría de las veces a pesar de él.
Se hizo amigo de personas de todo el mundo, venció a los malos que le enfrentaron, jugó infinitos partidos de futbol y sufrió viendo a su equipo favorito. Peleó por ganar unos mangos más y lo que, afortunadamente nunca le falto fueron bellas mujeres que cayeran rendidas a sus pies. Porque todos sabemos que las mujeres, no importa su país de origen, siempre caen rendidas a los pies de un chanta.
Jorge Guillermo Palomera