La industria del cómic en España, como todas, ha pasado por sus más y sus menos desde que por primera vez se publicara una tira cómica en castellano. Desde esas tiras de prensa, pasando por las revistas, hasta las actuales novelas gráficas, los cómics son obras artísticas que como mínimo necesitan de dos puntos: guion y dibujo. Y comento “como mínimo” porque a ese trabajo inicial hay que añadirle la rotulación, el diseño de portada, las correcciones, la edición… y toda una retahíla de pasos que hacen posible a les lectores disfrutar de historias de todo tipo, para todos los gustos y todas las edades.
Los cómics se convierten así en parte de nuestra cultura, y como objeto cultural es una fuente inagotable de información sobre la sociedad en la que aparecen. Empecé mi vida lectora con cuatro años, y desde entonces no he parado de leer. Muy pronto empecé a leer cómics también, y me fascinaron. Con el tiempo me di cuenta que lo hicieron por su compleja lectura, ya que no sólo había que leer textos, sino también imágenes. Años después terminaría investigándolos como fuente para el estudio de la historia. Y he aquí que empezaron a aparecer figuras increíblemente interesantes e importantes, pero desconocidas para mí hasta el momento. Es el caso de Armonía Rodríguez, guionista de cómics y escritora (porque no, no es lo mismo), directora teatral y artística, actriz, pedagoga… y, probablemente, una de las mujeres más tenaces de la industria del cómic de ese momento. Y eso que no eran tan pocas como se cree.
Corría el año 1951, tenía 22 años, cuando Armonía Rodríguez1 empezó a trabajar en Bruguera como secretaria y “chica para todo”. Pero tan PARA TODO estaba preparada, que terminó escribiendo guiones incluso para la serie de Buffalo Bill. Teniendo en cuenta la época que era, no es de extrañar que terminara escribiendo bajo distintos pseudónimos. Sin embargo, esto es lo que hizo que yo no la descubriera realmente hasta hace unos años. Armonía Rodríguez adaptó distintas obras literarias a cómic, trabajó en guiones propios, se involucró activamente en la vida política y mezclo ambos en varias obras junto a Pilarín Bayés. Y, sin embargo, hasta hace muy poco su nombre no aparecía en la historia del cómic de nuestro país. En 1962, por su activismo político y social, tuvo que huir a Francia junto a su compañero de vida, el también guionista de cómics, Víctor Mora. Y allí conoció algo completamente diferente. Francia no sufría una dictadura, y su industria del cómic no se parecía en absoluto a la española. El reconocimiento que recibía su trabajo allí hizo que quisiera cambiar las cosas para les autores que seguían trabajando en España. País en el que, todavía a día de hoy, nos pica un poco la piel cuando nos dicen que el cómic está mejor valorado en Francia que aquí. Y, si bien no voy a entrar a valorar este punto, sí que creo necesario que les historiadores en nuestro país hagamos un esfuerzo mayor por recuperar una parte de la historia que no puede quedar sometida a los seudónimos y el olvido. Algo que, a su vez, hará que la industria del cómic en España se nutra no sólo de conocimiento sino de diversidad.
Siguiendo en la línea de lo anterior, Armonía Rodríguez no sólo fue una increíble guionista de cómics, escritora, traductora, directora teatral y actriz. Sino que se involucró de forma más que directa en algo que todavía estamos intentado hacer hoy: que se reconozca el increíble potencial, talento y versatilidad de las autoras. Porque ella, y muchas otras, estuvieron ahí desde el principio. Y ahora nos toca recuperar sus nombres para que éstas no caigan en el olvido. Ya que sus trabajos sí llegaron hasta nosotres. Armonía Rodríguez creó proyectos como el de Bandera Negra, una revista que pretendía recuperar el valor artístico transgresor del cómic con fines político-sociales. Bandera Negra se convirtió en el caldo de cultivo para lo que terminaría siendo el llamado Colectivo de la Historieta.
Armonía Rodríguez nunca dejó de luchar, a través de sus distintos trabajos, para conseguir ese reconocimiento del que disfrutaban les autores en Francia, y del que se había enamorado. Tampoco cesó en su trabajo didáctico, social y feminista. Armonía Rodríguez valía para todo y ella, por suerte, lo sabía. Ya que nada la detuvo. Como comentaba al principio de todo, la industria del cómic en España ha tenido sus más y sus menos. Como todas. Pero se ha reinventado las veces que ha hecho falta para estar siempre presente en nuestra sociedad. Como parte de esa industria, no debemos permitir el olvido, o el desconocimiento, de aquellas personas que abrieron el camino para todo lo que es posible a día de hoy. Porque la dictadura, y la transición hasta esta democracia, no detuvieron a Armonía Rodríguez. Quien, incluso, dedicó sus últimos años a reivindicar el trabajo de su pareja. Ahora nos toca a nosotres reivindicarla a ella en todas sus facetas, porque Armonía Rodríguez no fue guionista de cómics únicamente. Fue una mujer compleja, con carácter, que pudo con todo… y más. Y ahora, aunque ella no pueda verlo, seremos nosotres quienes reivindiquemos su trabajo.
Iria Ros Piñeiro
Historiadora del Arte
1 Normalmente en un texto haría referencia a les autores a partir de su presentación por el apellido. Pero me perdonaréis que esta vez, por razones evidentes, abuse de las letras y repita su nombre todo lo posible.