Entre las diferentes escuelas especializadas en cómic y sin tener en cuenta los centros en los que se oferta el ciclo formativo oficial, cada año se forman en España en torno a 1500 alumnos y alumnas que buscan entrar en el mercado como profesionales. Por contra, el número de nueva obra española desciende año tras año y en 2022 y 2023 supuso menos del 10 por ciento del total de las obras publicadas.
Eso supone una fuerte paradoja: por un lado cada vez hay más jóvenes que quieren buscarse la vida como profesionales de la historieta y por el otro el embudo de entrada en el mercado se vuelve cada vez más estrecho.
En septiembre de 2022, en el marco de la segunda edición de la Madrid Comic Summit se produjo un debate entre diferentes partes implicadas del sector. Durante una de sus intervenciones, un representante de la Plataforma de Editoriales Independientes de Cómic, dijo conocer bien a los autores y autoras y los animaba a seguir buscándose la vida en aquellos mercados en los que se pagan condiciones dignas por su trabajo.
Ese momento, apenas anecdótico, refleja una realidad respaldada por los datos. Yendo de nuevo al Libro Blanco del Cómic en España comprobamos que solo un 36 por ciento de toda la parte autoral ha conseguido ingresar más del SMI durante el año 2021 por su actividad en el mundo del cómic.
De todos ellos, una amplia mayoría han trabajado para el mercado francobelga o para el mercado estadounidense y, cuando han publicado sus obras en España, lo han hecho después de que una editorial haya adquirido la licencia sobre sus obras a un editor extranjero.
Fuga de talento
Cada año se repite una situación similar. Tanto en la entrega de premios del Festival Internacional de Cómic de Angoulême como en la Comic Con de San Diego (en la que se entregan los premios Eisner) suenan gran cantidad de nombres de autores y autoras españolas entre los galardonados. La calidad técnica y artística es incuestionable y se la reconoce en los certámenes más importantes del mundo. Sin embargo, muchas de las obras de esos autores y autoras llegan a publicarse en su país de origen únicamente a través de acuerdos comerciales con editoriales foráneas.
Al mismo tiempo nuestros mayores talentos brillan más allá de nuestras fronteras y decimos a los jóvenes que no tienen cabida ni oportunidades aquí porque nuestro mercado es cada vez más estrecho y el número de obras de primera edición española disminuye.
Las carreras ya no se forman de manera progresiva con un incremento de visibilidad primero en el mercado nacional para luego tratar de dar el salto a mercados internacionales, sino que ya en las mismas escuelas o en eventos como el mencionado antes se invita a los primerizos a probar fortuna directamente más allá de nuestras fronteras. Esto provoca varios problemas.
La pérdida de identidad cultural
Cualquier expresión cultural transmite una perspectiva concreta sobre el momento actual, las condiciones en las que fue creada, el entorno de creadores y creadoras y peculiaridades concretas sobre nuestra sociedad. Así, a lo largo de toda la historia del cómic español, encontramos grandes muestras de obras que trazan un ideario colectivo que permite comprender nuestra idiosincrasia y recuperar una parte de nuestra memoria a través de las historias que compartimos y nos contamos.
Cuando una buena parte de nuestra potencia autoral se deriva hacia otros mercados, también estamos enviando allí las posibilidades de seguir incrementando nuestro patrimonio, es decir, no solo tenemos una clase artística empobrecida, también estamos permitiendo el empobrecimiento global de nuestra propia identidad cultural. Si tenemos menos creadores y creadoras publicando en nuestro mercado, perdemos la posibilidad de enriquecer nuestra sociedad desde la cultura.
Esto implica además que aquellos que se van y todavía están dando sus primeros pasos en otras industrias, acaben adaptándose y moldeando su estilo a los modismos y requerimientos que les marquen desde otras identidades. Gente con un talento descomunal no alcanza el pleno desarrollo de sus capacidades estilísticas dentro de su propio ecosistema, sino que lo hace siguiendo un camino dirigido bajo una perspectiva en la que muchas veces lo único importante es el factor económico.
El sueño americano y el sueño francés no siempre lo son
A pesar de que se lance la promesa de una mejora económica trabajando para mercados internacionales como el estadounidense y el francobelga, la realidad demuestra que eso solo ocurre en casos contados. Tanto en los Estados Unidos como en Francia existen una inmensa cantidad de sellos editoriales y, al igual que ocurre en España, muchos de ellos son pequeñas empresas con menos de cuatro trabajadores.
Más allá de que las condiciones puedan mejorar con respecto a la media generalizada en el mercado español, no olvidemos que solo van a ser mucho mejores cuando se consigue entrar en determinadas editoriales o compañías y que, por el medio, existe gran cantidad de estadios intermedios en los que ocurre de todo.
Por un lado, también existen los problemas de comunicación que comentábamos en el apartado anterior, pero con el agravante de que esos intercambios se producen en otro idioma. Por otro lado aparece un factor clave que lo inunda todo, la inseguridad jurídica de autores y autoras de cómic es general.
Ya dentro de nuestro país se viven todos los días casos de contratos con cláusulas abusivas o incumplimientos constantes. Un 33 por ciento de los autores y autoras declaran que no reciben informes de liquidación de sus obras con la exactitud y la periodicidad establecidas en la Ley de Propiedad Intelectual.
Cuando estas situaciones se producen, en uno de cada tres casos, apenas se recurre a las denuncias ni a las rescisiones de contratos. Las condiciones económicas son tan bajas que no sale a cuenta reclamar y, además, la situación de pluriempleo y precariedad, apenas dejan tiempo para añadir a la jornada todas las horas y trámites que supone el meterse en litigios.
Esa inseguridad en nuestro mercado se multiplica varias veces cuando el trabajo se realiza para una empresa que tiene su sede en París o, todavía peor, al otro lado del Atlántico. ¿Qué se puede hacer si se tiene un problema de impago con una microempresa que opera desde Boston? Las posibilidades de enfrentar cualquier proceso con garantías son ínfimas.
Por todo ello, la fuga a la que se obliga a la parte autoral de nuestro cómic no solo no garantiza el conseguir una mejora económica que proporcione estabilidad a largo plazo, sino que además la desprotección jurídica es todavía mayor que la existente en nuestro país.