Profesor, divulgador y guionista. Resumir en estas tres palabras lo que es Javier Mora es de un desconocimiento inmenso si alguien lo conoce en persona. Por qué lo suyo es pasión y compromiso por el cómic. Por llevarlo lo más lejos posible. E Inés Suárez, la obra que acaba de publicar en Cascaborra Ediciones (junto a Vicente Damián, Fran Valdés y Antonio María) es su forma de demostrarnos el amor que siente por este lenguaje.
Por ello, vamos a intentar adentrarnos en su lado más artístico a través de algunas preguntas sobre él y su obra.
1: No es tu primer cómic publicado, pero sí que lo es… ¿De dónde viene Javier Mora?
No sabría decirte. Siempre he querido que mi vinculación con la historieta fuera como guionista. Pero, al principio, no fue ese el camino. Aunque redactaba guiones y tenía en mente un proyecto sobre la figura de Oesterheld (algo en lo que sigo trabajando y que me llevó a realizar unos cinco viajes a Buenos Aires), esas historietas nunca cuajaban. Por ejemplo, una de ellas, “El sol escondido”, un relato sobre la frontera en Melilla, iba a ser publicada por Dibukks y dibujada por un amigo argentino. En torno a la página cuarenta, el dibujante se retiró. Imagino que el guion no sería de su agrado.
Claro, en ese estado de incertidumbre, la divulgación de historietas se convirtió en mi tabla de salvación. Entre otros medios colaboré con Tebeosfera, o, mi favorito, La Bitácora del Maneco, que es el excelente blog de mi amigo (y hermano) Fernando García. La Bitácora era una expresión del grupo teórico Sonaste Maneco (el propio Fer, junto a Hernán Ostuni, Andrés Ferreiro y el tristemente fallecido Norberto Rodríguez Van Rousselt), sin duda el grupo de teóricos y amigos que más me han enseñado sobre el medio. En fin, entre artículos y entrevistas, iba entreteniendo el gusanillo. Pero ser divulgador no es lo mío: “mamá, yo quiero ser artista”.
Así que en 2009 cree una web que cerré hace un año (www.palabratomada.com) donde elaboré varias historietas breves con artistas de la talla de Dante Ginevra, Pietro, Fidel Martínez, Fran Menor, Iñaket… La particularidad era que la historia partía de una frase relevante de alguno de los entrevistados de los medios en los que trabajaba. Un ejercicio de estilo que no despertó interés aunque algunas de esas historietas acabaron luego en revistas como La Resistencia.
Sin embargo, la verdadera oportunidad, la que me ha abierto las puertas al guion, han sido mis distintas colaboraciones en Carmona en Viñetas. Rafa Jiménez, sin conocerme de nada, me propuso un relato para el Universo 36 ambientado en Melilla (donde estuve trabajando como docente doce años): “El Alzamiento”. Y a partir de ahí, paso a paso (“El Alzamiento, segunda parte”, un par de números de la Orden Oscura, el origen de Tiznado…), hemos ido avanzando. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento para alguien como él que apoya de forma desinteresada a quien muestra un poco de amor al medio.
2: ¿Cómo surge el proyecto de Inés Suárez?
Inés nace de mi necesidad hace un par de años por elaborar un relato histórico extenso. Ya que en los guiones de Carmona, pude comprobar que se me daba bien documentarme, Cascaborra y sus propuestas de cómics sobre historia de España eran la mejor opción. Así que a través de las redes contacté con su editor, Julián Olivares y me postulé para algún encargo. De entre varios temas que me propuso, Inés, era el más apetecible.
Inés, como personalidad histórica, es fascinante: ¿cómo pudo superar las convenciones de su tiempo y llegar a América en busca de un marido que la había abandonado? ¿Cómo supo abrirse camino en Perú? ¿Qué le llevó a enamorarse de Pedro de Valdivia y a abandonar su pequeña fortuna para seguirlo a la inhóspita tierra de Chile? ¿Qué le llevó a defender Santiago de esa forma? Una mujer decidida y despiadada cuya huella aún encontramos en nuestra historia.
Aparte, Inés, ya había despertado el interés de otros artistas como Jorge Guzmán, Luis Barrales o Isabel Allende e incluso, coincidiendo con la gestación del proyecto, de una serie de televisión (curiosamente adaptación de la novela de Allende). Con lo cual aportar algo diferente entre tanta obra magistral, era un reto mayúsculo. Justo lo que andaba buscando.
3: El personaje de Inés Suárez está siendo redescubierto por un público no aficionado a la historia gracias a la novela de Isabel Allende, Inés del alma mía, (y su posterior serie audiovisual), pero ¿por qué es importante? ¿Qué tiene de especial como para dedicarle un cómic?
Para mí, Inés, representa el espíritu más indómito de la aventura. Si analizas su vida, si profundizas en su biografía (cosa que yo no hago porque me centro en el asalto a Santiago), te planteas que clase de fuerza y carisma debía poseer para romper un convencionalismo tras otro. Se fuga con el hombre que ama a Málaga, sobrevive en una ciudad que le es ajena incluso cuando su marido se embarca para hacer fortuna en el Nuevo Mundo, consigue embarcarse para ir en su busca (algo prohibido pues las mujeres no podían viajar solas a América), etc., etc.
Pero lo que más despierta el interés es su relación con Valdivia. Aunque ella es viuda, él, de todos era sabido, era un hombre casado. Y este amor trasciende su fama. Era una unión entre iguales en una época donde no era posible. Y significativo de ello es ver como Inés se suma a su expedición como una más. No era una mera figura de adorno. De hecho, en el desierto de Atacama encuentran agua gracias a su talento como zahorí o salva a Valdivia de una conspiración en su contra. Si a eso le añadimos que, cuando se establecen en Santiago, ella es quien organiza los cultivos y el ganado de la ciudad, mostrando sus dotes de mando… todo este cúmulo de circunstancias hacen de Inés, una figura única y controvertida.
Quizá en un futuro cómic podamos tratar su historia posterior al asedio: su persecución pública, el abandono de Valdivia, su matrimonio con Rodrigo de Quiroga, su tesón para conseguir riquezas que harán de ella una rica hacendada…
4: En este cómic Chile tiene mucha importancia (en la portada ya vemos este bonito recurso de la silueta de Chile como una de las lágrimas de sangre de Inés) ya que no solo hablas de un momento histórico concreto si no que también lo enlazas con un presente más cercano, ¿Por qué decides hacerlo así?
Fruto de las horas de investigación. La verdad que el 11 de septiembre tiene ya una connotación bastante determinante en la historia de la humanidad con el atentado de las Torres Gemelas… Pero en la historia de Chile tiene un añadido aún más profundo.
El 11 de septiembre de 1541, Inés Suárez, con la decapitación de los caciques presos, arenga a las tropas españolas a un todo y nada definitivo. Ya no hay nada con lo que negociar. Solo queda luchar o morir. Y los españoles alentados por la brava española, vencen. A su vez, el 11 de septiembre de 1973, los tanques y las tropas del infame y futuro dictador y genocida Augusto Pinochet iniciarían el asalto al Palacio de la Moneda que se cobraría con la vida del presidente legítimo de los chilenos, Salvador Allende. Cuando descubres esta coincidencia, que además casi físicamente tiene lugar en el mismo espacio, ¿cómo no ver una correlación? Hay un legado de sangre inocente derramada que trasciende el tiempo y que impregna con violencia la esencia de un país que hoy por hoy, con un gobierno progresista, mira al futuro con optimismo.
5: Aunque el cómic tiene un condicionante importante que es ser de temática histórica y estar dentro de una colección editorial muy estricta en cuanto a forma, podemos ver páginas algo arriesgadas para lo habitual en este tipo de cómics ¿cómo y por qué pensasteis en hacerlo así?
Pues como bastantes guionistas yo vengo de ser un dibujante frustrado. Esto se traduce en que el componente visual a la hora de diseñar mis guiones es básico y fundamental. Siempre hago diseños de las páginas, una especie de storyboard, donde trato de jugar con el sentido de la página y de las viñetas. El componente experimental de Chris Ware, creo que ha influido de forma capital en nuestra generación. Por eso, en su momento, cuando descubrí en una obra como “Los secretos de los guionistas de cómic books” que muchos de mis guionistas favoritos seguían este método de diseño, previo al guion técnico, me dejé de sentir un bicho raro.
En el caso de Inés, sabía que debía de realizar una apuesta a lo seguro, es decir, un cómic histórico de corte clásico. Pero, también tenía en la cabeza (como le decía a Vicente Damián, dibujante y amigo) las bases gráficas: un Frank Quitely a lo “Pax Americana”, un Frank Miller en cualquier tebeo suyo, y, en especial, Toppi. Así que cuando diseñaba las páginas trataba de mover la cámara para, en algunas ocasiones, tratar de desgranar la acción en viñetas correlativas insertadas en dobles páginas, u ofrecer tomas cenitales para mostrar el desarrollo de los hechos y hacer el relato más veraz, o jugar con las formas de las viñetas para hacerlas semejantes a objetos significativos (por ejemplo, la espada del padre Lobo).
Yo sé de buena tinta que Vicente aceptaba las páginas como un reto que le ha llevado a crecer como autor. Eso no quita que se haya acordado de buena parte de mi familia durante el proceso.
En cualquier caso, lo mío son sugerencias, puntos de partida. Mis dibujantes son los amos y señores de la imagen de la obra y de su desarrollo narrativo. Y si alguna vez modifican mis “diseños”, siempre es para mejorarlo con su buen hacer.
6: El equipo creativo del cómic está formado por cuatro autores: guionista, dibujante, entintador y colorista. En Europa no estamos acostumbrados a este sistema de trabajo, ¿por qué esta separación de funciones? ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Qué crees que ha podido enriquecer a la obra esto? ¿Y en qué perjudicarla?
La experiencia ha sido intensa. Veníamos de trabajar juntos para un cómic editado por Carmona (“El Alzamiento 2”). Pero claro, el ritmo de una grapa de 24 páginas no es el mismo para un cómic histórico de 56. En muchos momentos, han pesado las dudas, ciertas dosis de pesimismo, la fatiga, el ansia por entregar a tiempo…
Pero, desde luego, tener tantos puntos de vista implicados no ha perjudicado al conjunto. Para que te hagas una idea, el final de la obra fue consensuado por los cuatro en una tormenta de ideas de dos días mandándonos whassaps. Un final totalmente coral, podríamos llamarlo así.
Esta separación de funciones se tornó necesaria por el interés que teníamos en sacar el mejor producto posible. Vicente tiene un estilo muy expresivo y crudo, ideal para un relato tan descarnado donde la piedad y la misericordia brillan por su ausencia. Sus dibujos tienen una garra y una fuerza considerables. Fran Valdés entiende a la perfección el estilo de Vicente y no solo sabe sacarle el mejor partido a sus lápices, sino que además aporta una claridad y eficacia al resultado que lo elevan. Antonio María tiene un estilo de color muy personal que se ajustaba a la perfección al ambiente de represión y agobio durante la batalla en la que los propios defensores y atacantes perderían la noción de la noche y el día. En cualquier caso, los tres han sabido darle sentido y presencia a mis torpes palabras.
7: Normalmente, el guionista suele ser la cabeza organizadora de la obra, ¿es tu caso en este cómic?
Tal vez el punto de partida porque yo a la hora de guionizar le aportó a los dibujantes una cantidad significativa de documentación gráfica y algunas páginas solemos comentarlas si no quedan claras. Pero realmente cada uno tenía claros sus cometidos.
En cualquier caso, te diría que Vicente era quien mejor tiraba del carro. A mí se me da bien tener al equipo motivado. Pero quien controlaba los tiempos de entrega, nos achuchaba cuanto tocaba y estaba más pendiente que nadie para que cada ínfimo detalle estuviera en su sitio, era él. Tiene una sapiencia natural para organizar y cumplir los tiempos, que le hacen el mejor de los dibujantes. Cuando Vicente dicta un plazo, ese plazo se cumple. Y aparte, es muy exigente y autocrítico. Ha revisado cada página mil veces. Y si había algo que remodelar, se remodelaba por el bien de la obra.
8: ¿Cómo escribe Javier Mora? ¿Cómo es tu método de trabajo?
La verdad es que a lo largo de los años, a fuerza de pulir o borrar cientos de páginas, he llegado a un sistema de trabajo que no es el mejor, pero sí es el más cómodo para mí. Lo único que echo en falta, por el momento, es manejar un programa específico de escritura de guion porque redactar, redacto en el Word de Libre Office o similares. Es un método de trabajo lento y concienzudo.
Si tengo elegido la idea preliminar, el punto de partida, el saber de qué quiero escribir, el primer paso es documentarse. Sea cuál sea el género de la historieta (porque incluso géneros más pop como la ciencia ficción debe sustentarse en la realidad para luego transformarla o deshacerse de ella), cuido mucho este punto y lo hago hasta la exasperación: libros, películas, cómics… Nunca hay suficiente información sobre un tema. Al contrario de lo que pueda parecer es la fase donde más me aburro porque siempre el alma del creador está inquieta por empezar a redactar. Pero este proceso es capital. A medida que uno aprende sobre un tema en cuestión, comienzan a surgir ideas, una tras otra. Las ordeno en un documento concreto: la sinopsis preliminar.
Luego, viene la fase de definición. Las ideas, las cuales muy rústicamente, las he esbozado en papel, trato de desarrollarlas dentro de una trama plausible. Hago y deshago. Corto y pongo. Trato de pensar la historia de una forma práctica: primero, elaboro una especie de línea de tiempo donde voy desarrollando los hechos más significativos. Eso si alguien lo viera se asustaría. Hay en distintos colores marco el desarrollo psicológico de los personajes y, a la vez, trato de ajustar la intensidad de los hechos de la trama. Si todo va bien ese galimatías se debe traducir en dos documentos, que a lo largo del tiempo he descubierto que son fundamentales para el buen desarrollo del relato: una segunda sinopsis, pero ahora extensa, y la escaleta.
Sabiendo ya en cuentas páginas aproximadamente he de moverme, y teniendo claro cuál es el proceso emocional de los personajes, ya voy encarando la redacción de secuencias concretas. No me complico y siempre redacto de forma lineal: de la primera página a la última. ¿Por qué? Por si a medida que redacto, me doy cuenta de errores que deban modificar la escaleta o la sinopsis extensa. Ambos documentos, para que la historia sea fresca, no deben ser bolas de preso, sino estar abiertos a modificaciones. De todos modos, si el trabajo con ellas fue bueno, las modificaciones o son leves o nunca tienen lugar.
Cuando encaro una secuencia, la “dibujo”. Hago una especie de storyboard, donde trato de desarrollar las imágenes. Es mi parte favorita del proceso porque es donde más cómodo me siento. Ahí le doy rienda suelta a la imaginación para pensar todas las posibilidades de la página y de exprimir y experimentar con las viñetas. “Total”, como les digo en tono de broma a los compañeros con los que he compartido autoría, “como no lo dibujo yo…”.
Ideada la página, paso al guion técnico de toda la secuencia. Traduzco de una forma lo más sintética posible la información sobre cada una de ellas. Si no soy claro, aquí es donde el dibujante y yo intercambiamos mensajes o charlamos. Es un proceso abierto y orgánico porque, como ya comenté antes, yo no impongo sino que presento una propuesta, doy un punto de partida. Mis dibujantes son los que tienen pleno control del desarrollo narrativo. Ellos quitan y ponen a su antojo. No suele haber modificaciones porque una parte importante del trabajo es conocer con quien trabajas. Todo guionista desde el primer minuto trata de pensar en quien escribe y, conociendo sus virtudes, tratar de potenciarlas.
También, en esta etapa, mientras concreto las imágenes y los tipos de plano, le ofrezco a los dibujantes (y más si es un cómic histórico como Inés) referencias documentales que les sirvan de apoyo. En el guion preciso el número de imágenes de forma ordenada y acompaño a este con un archivo de imágenes clasificado en carpetas: primero, por secuencias y luego, dentro de estas, por páginas donde aparecen las imágenes en cuestión la enumeración correspondiente.
Por último, diseñado ya todo el esqueleto y los músculos de la obra, me pongo con la parte “creativa” del proceso y encaro el guion literario. Ahora es cuando hago que mis personajes hablen y se expresen con diálogos que, como todos, trato de que sean diálogos vivos e intensos. Mi referente en este sentido es la escuela argentina de historieta. De los Oesterheld y Trillos, de los Barreiros y Sampayos aprendí que menos siempre es más. La palabra exacta, sustentada en un lenguaje lírico e imaginativo pero siempre adaptado a la condición y forma de ser el personaje, solo nace de la depuración. Ensayo y error.
No suelo utilizar narradores externos, a no ser que sea necesario informar al lector de hechos puntuales. A lo largo de los años me he dado cuenta de que los textos de apoyo, si no son parte de un monólogo anterior, lo que hacen es lastrar y entorpecer la narrativa. Para mí, el diálogo de los personajes, es la quintaesencia.
9: ¿Qué podrías destacar de la documentación de este cómic? ¿Qué has descubierto? ¿Hay fuentes fiables? ¿Cuáles han sido tus referentes para encontrar el tono de la historia? ¿Cuanto de interpretación tiene tu cómic?
Pues el trabajo de investigación ha sido apasionante. Y, curiosamente, había mucha información. De cabecera, para tratar de meterme en la psique de Inés, han sido un par de novelas: “Inés del alma mía” de Isabel Allende y “Ay mamá Inés” de Jorge Guzmán. Me han parecido unas recreaciones apasionantes y que marcaban el rumbo a seguir (no tanto la serie de televisión basada en la obra de Allende). Ser fiel a los hechos y documentar cualquier mínimo detalle por insignificante que pudiera parecer. Para poder interpretar la historia hay que asentar unos buenos cimientos.
En ese sentido, me ha resultado fundamental la página web de la Biblioteca Nacional de Chile, memoria chilena (www.memoriachilena.gob.cl). Es alucinante la cantidad de información gratuita ofrecida al público. Desde planos de la ciudad, representaciones pictóricas y, sobre todo, documentos históricos cercanos a las fuentes originales (por ejemplo, “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile: tomo 2” de Gerónimo Bibar) o manuales de historia del siglo XIX y XX que aportan información capital (me han ayudado mucho a reconstruir los hechos: “Historia general de Chile : tomo 1” de Diego Barros Arana y “Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575” de Alonso de Góngora y Marmolejo). Y esto son tres de los muchos que ofrecen. Una simple búsqueda con el comando “Inés Suárez” te lleva a veinte documentos perfectamente digitalizados y descargables en PDF. Y si seguimos buscando por “Pedro de Valdivia”, el material sigue creciendo. Me parece digno de elogio y admiración el respeto del pueblo chileno por su patrimonio.
Por eso, hemos tratado de ser absolutamente fieles al relato histórico aunque la discrepancia de las fuentes en hechos puntuales era evidente. Es ahí cuando hemos tenido que interpretar. Unos autores consideran que fueron los guardianes quienes decapitaron a los caciques, otros hablan de que el apóstol Santiago se apareció en la ciudad para alentar a las tropas, los hay que aseguran que Inés, llena de sangre, se subió a lomos de un caballo y combatió como un soldado más (su pelo pelirrojo le confería el aspecto de una furia)… Nosotros, hemos optado por recrear la situación dentro de la lógica. Y más que abogar por una Inés “épica” hemos querido representar a una mujer valiente y decidida que, sin más remedio, tuvo que tomar una decisión extrema para lograr la supervivencia de los suyos.
10: ¿Cómo ha sido el trato con el editor de Cascaborra, Julián Olivares?
Excelente. La verdad, es que Julián da mucha libertad a los autores a la hora de encarar la obra. Nos ha dejado hacer con total confianza y ha respetado con mucha paciencia nuestros tiempos de trabajo. En ese aspecto, ha sido tremendamente comprensivo.
Eso no significa que no sea exigente. Al contrario. Julián es un editor con las ideas bien claras y que sabe lo que quiere. En nuestro caso, teníamos presente que queríamos ofrecer y cómo plasmarlo para él quedara satisfecho.
11: ¿Volverías a escribir un cómic histórico?
De hecho, estoy con uno. Y tremendamente exigente. Aunque te lo comento mejor en la pregunta posterior. Ya que será el tebeo de mi vida, prefiero extenderme.
Volviendo a la pregunta, sin duda volvería a hacer un cómic histórico. Poder trabajar con las fuentes originales, investigar a fondo y descubrir nuevos caminos que enriquezcan la historia, es algo gratificante. Pero siempre tengamos presentes que se trata de un ejercicio de enorme responsabilidad que exige de rigor y precisión. No nos engañemos.
12: ¿Estás preparando más proyectos?
Pues sí, aunque poco puedo contar. Hay una historieta que está en proceso de edición para Cósmica Editorial. Se trata de un relato de ciencia ficción con Rubén Chacón: “LiberTerra”. Una novela gráfica de tintes muy políticos donde reflexiono sobre el anarquismo y la necesidad de su presencia entre tanta opresión y condena propia del ser humano y donde además muestro mi veneración por Úrsula K. Le Guin desde el minuto uno.
Y, para variar, no he tirado la toalla con mi proyecto sobre la familia Oesterheld. Hace unos años, preparé una muestra para Francia con Iñaket que llamamos “Elsa, la huella de Oesterheld”, donde tratábamos de reconstruir la visión de Elsa de los hechos que condenaron a su familia a partir de las dos entrevistas que pude realizarla en 2003 durante mi primer viaje a Buenos Aires. El caso es que estuvimos a punto de conseguir ser publicados. Pero el eterno pero… Luego, gracias a Juanjo el Rápido, las páginas de esa muestra, con unos ligeros retoques, acabaron en un número de La Resistencia.
El caso es que desde que era adolescente y leí la pequeña ficha biográfica de Oesterheld en “La Historia de los Cómics” de Toutain, este drama familiar se ha instalado en mi mente como una obsesión en toda regla. Vuelvo una y otra y otra vez a ello. Así que, para variar, hace un año y medio, Iñaket decidimos darle otra vuelta al relato, y una editorial parece interesada en nuestra idea. Yo, mientras Iñaket acaba un proyecto, estoy escribiendo el guion de este homenaje a Elsa Oesterheld y a los suyos, aunque sea a fondo perdido. Es curioso, pero he tardado veinticinco años en encontrar el tono adecuado para la obra. O eso creo.
13: Déjate llevar y dinos con qué autor, ya fallecido, te hubiera gustado trabajar. (Alguien con quien creas que estás cercano en intereses creativos).
Pues diría que me ha costado mucho decidirme, pero sería mentira. Alberto Breccia para mí es el mayor genio de la historieta. Su estilo, su visión del arte, su capacidad de narrativa y de crear con un par de trazos personajes inmorales, me subyuga. Pocos han elevado la historieta a la altura de arte con una personalidad tan marcada. Vivía para la historieta y por la historieta. Y ese amor incondicional por el medio me parece ejemplar y lo encumbra en mi Olimpo personal.
14: ¿Y alguien en activo hoy en día?
¡Con Carlos Giménez! Yo he crecido leyendo sus cómics. Paracuellos, Hom, Kooalu, han marcado mi infancia y mi adolescencia. Me aprendía de memoria sus páginas. E incluso trataba de dibujarlas.
Uno de los momentos más felices de mi vida fue cuando mi padre, que en paz descanse y quien durante veinte años trabajó en un sindicato en Madrid mientras su familia vivía en Sevilla, volvió un fin de semana a casa con el teléfono del estudio de Carlos Giménez. Lo consiguió a fuerza de pesado en Ediciones de La Torre. Quiso darle una satisfacción a su hijo porque yo no paraba de hablarle de una idea que tenía de hacer un fanzine de cómics en mi IES. Así que, con toda la cara del mundo, un lunes por la tarde llamé a Carlos Giménez para pedirle una página de forma gratuita (la inocencia de la juventud). Carlos, con suma amabilidad me remitió a una serie de historietas que tenía libres de derechos para ser publicadas en casos así, y estuvo hablando conmigo más de una hora. Yo reconozco que balbuceaba y decía incoherencias. Pero sus consejos sirvieron para forjar esta fiebre por los tebeos, y por contar cosas con ellos, que a todos nos arrastra a la más dulce de las perdiciones. Tampoco tenemos nada mejor que hacer que intentar transcender…