Hernán Migoya Martínez (Ponferrada, 1971) es un guionista de cómic, de cine y escritor. Criado en Barberá del Vallés, reside en la actualidad en Lima (Perú).
En el ámbito editorial desde 1992 a 1998 dirigió las revistas El Víbora y Kiss Comix, así como la colección underground Brut Comix. Como guionista de cómics, es autor de más de una veintena de álbumes y novelas gráficas de éxito. Entre otras obras podemos destacar: La salida de la clase (2001) con Rubén del Rincón (Premio al Mejor Álbum Erótico del Salón Internacional del Cómic de Barcelona); con Manolo Carot, El hombre con miedo (2002, Premio al Mejor Guion también en el Salón de Barcelona); Ari, la salvadora del Universo (2004, finalista del Premio al Mejor Manga Extranjero otorgado por el Ministerio de Cultura del Japón), Kung Fu Kiyo (2009) y Une Révolution nommée Raspoutine (2023); con Joan Marín Olimpita (2008) y Plagio: el secuestro de Melina (2012); con Santiago Sequeiros Hazañas eróticas del Cuarentón Hijoputa (2018); con Bartolomé Seguí, las adaptaciones a cómic de Pepe Carvalho escritas por Manuel Vázquez Montalbán: Tatuaje (2017), La soledad del manager (2019) y Los mares del sur (2021); con Joel Pezo la adaptación de la película peruana Django: la otra cara (2019); con Ricardo Montes y junto al periodista Marco Sifuentes Señorita Laura (2015, Premio Luces al Mejor Cómic Peruano); con Patricia Breccia El amante de Lady Frankestein (2021). También ha participado guionizando diversos proyectos corales como Nuevas Hazañas Bélicas (2012) una veintena de cuadernillos escritos para los dibujantes más destacados del panorama español: Kim, Monteys, Natacha Bustos, Kano, Juanjo Sáez, Cels Piñol, Calpurnio, Keko, Ventura o Seguí, etc., así como la adaptación gráfica de su libro de cuentos Todas putas (2014) junto a creadores de renombre como Carla Berrocal, Natacha Bustos, Olga Carmona, Ana Galvañ, y Mamen Moreu, entre otras.
Entre otros, ha obtenido el Premio al Mejor Guion del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Es el único guionista español que ha publicado en las míticas revistas estadounidenses Heavy Metal y Mome.
¿Un trabajador incansable como tú puede vivir dignamente de la historieta? ¿El cómic en España ha sido en algún momento un oficio rentable?
Antes de nada, gracias por contar con mi opinión en este meritorio seguimiento que estáis haciendo de la situación de la historieta española. Veamos:
El cómic en España es rentable para cualquier persona que se dedique a los cómics en todo lo que no sea crearlos: editores, redactores, diseñadores, rotulistas. Mucha gente vive con contrato fijo en la industria del cómic, menos los autores, a los que se les paga el sueldo de un mes o dos (con suerte) por dibujar un álbum que requiere un año o más de elaboración. Los artistas no reciben por su obra ni lo que juntan tres pagas extras de un secretario en una editorial. Yo ahora vivo gracias a los editores, pero a los que me dan trabajo de traductor. Gracias sobre todo a los responsables de Norma Editorial, por ejemplo, donde también publico como autor. Pero lo que me da de comer son las traducciones que hago para ellos, no los guiones de los álbumes que ellos me publican. Y en ese sentido soy muy afortunado, poder ser traductor además de guionista y contar con su confianza, porque como guionista es muy difícil ganarte la vida en España si antes no has triunfado en Francia. Los españoles somos así, no tenemos dignidad cultural, porque somos una identidad en decadencia. En Estados Unidos no publican cómics europeos, priman su propia cultura sobre las demás; nosotros primamos la cultura estadounidense sobre la nuestra: por eso se gana mucho más dinero traduciendo sus cómics que escribiendo cómics españoles.
En tres décadas y media de profesión, yo sólo he vivido de los cómics cuando era también coordinador editorial. Como guionista jamás. Pero ya no digo vivir, sino recibir una mínima retribución digna. ¿Cómo he sobrevivido? Escribiendo no sólo guiones de cómic, también de cine (mucho mejor pagados, aunque no se filmen nunca), novelas, cuentos, haciendo gestión cultural y, como digo, traduciendo.
Pero la verdadera clave para vivir de esto es no crear nunca una familia propia: renunciar a tener hijos ni boca alguna que mantener.
¿Cuáles han sido los males históricos de la industria del cómic en nuestro país? ¿Qué crees que explicaría su falta de solidez y pervivencia a lo largo del tiempo?
El odio de los españoles a todo lo que huela a industria, especialmente en el terreno cultural. Cualquier cómic nuestro que genere demanda del público, que venda bien, que consiga un trato digno a los historietistas, es automáticamente criticado y hostigado hasta su desaparición porque se convierte —para los intelectuales inquisidores que gobiernan desde las tribunas públicas el aspecto moral del sector— en «basura para las masas». La editorial Bruguera era considerada una fábrica de chorizos y el sentimiento general del sector de cómic era que ojalá dejara de existir pronto para que el cómic español fuera más artístico e independiente del pueblo vulgar. Mira lo que ha pasado con Ibáñez: en cuanto se propuso la idea de presentar su candidatura al Premio Princesa de Asturias surgieron mil voces protestando: «¡Que no, que Ibáñez es un explotador de entintadores y de dibujantes no acreditados! ¡Que plagió a Franquin!». El listillo español clavándote un puñal para demostrar que él siempre es más listo que los demás. Se muere Ibáñez y ahora todo el mundo llorando por él. Echamos la lagrimita y luego nos vamos a ver la última película de la Marvel, universo creado por ese gran filántropo, humanista y anticapitalista llamado Stan Lee.
¿Este modelo editorial ha tenido en cuenta alguna vez el beneficio de los trabajadores o solo el del editor? ¿Te has sentido alguna vez el eslabón más débil de la cadena?
Hombre, cuando como yo has dedicado más de treinta años de tu vida a intentar incentivar la industria del cómic en tu país, aceptando solamente generar proyectos de producción propia, guionizando para tu país, editando para tu país, apoyando a autores de tu país, hablando de temas relacionados con la cultura de tu país, hasta el punto de que como guionista prefieres publicar antes en España que en Francia para dinamizar el mercado interno… y luego se ríen de ti en la cara porque toda la industria nacional es autosostenible mediante compras de derechos al extranjero (a editoriales extranjeras que sí invierten en la elaboración de la obra de españoles) y mediante subvenciones públicas A LAS EDITORIALES, pues jode.
Las Agencias de los setenta con las que muchos autores y autoras encontraban mejores precios por página en el extranjero. ¿Realmente mejoraron las condiciones laborales?
Hasta donde yo sé, los dibujantes que trabajaban para Selecciones Ilustradas ganaban un pastón y en Bruguera también pagaban muy bien (otra cosa es que se pasaran los derechos de los autores por la axila, pero al menos cumplían con lo principal: una remuneración inicial justa y muchas veces hasta generosa — y merecidísma por otro lado— ). Muchos artistas vivieron como rajás de esa industria real. Por eso la debacle económica de los 90 hizo que la mayoría de ellos se retiraran, porque ya estaban acostumbrados a otro tren de vida más cómodo. En las últimas tres décadas de industria de la historieta en España, solamente El Jueves ha sido un ejemplo tangible de trabajo digno. Y un poco nuestra revista Kiss Cómix las dos décadas que duró: pero claro, Kiss Cómix era porno, un género prohibido hoy día, y a nadie le interesa rescatar el valioso material artístico que apareció allí publicado. De hecho, ya en aquel entonces se vendía muy bien ante la absoluta indiferencia de la prensa especializada en cómic: solamente el divulgador Manuel Darias nos hacía caso, nos reseñaba y concedía premios. Los demás decían: «¡Vende porque es porno, no porque sea cómic!». Pero era cómic. Como ves, el clasismo cultural es algo muy nuestro desde siempre.
En la actualidad, y como muestra del legado de estas agencias, ¿un artista español solo si trabaja para el exterior puede obtener unas condiciones laborales dignas? ¿Hay alternativa a la emigración hacia las grandes industrias internacionales?
En el fondo, el boom del trabajo para agencias extranjeras en los años 60 y el éxodo actual de autores españoles a las industrias USA y francesa son muy similares: España es un país inútil para generar una industria que no sea la del fútbol (fenómeno que entusiasma a tanta gente que logra el milagro de que se haga la vista gorda con todas sus fullerías multimillonarias, atropellos, machistadas, leyes de silencio homofóbicas y mezquindades), pero en cómic tenemos una mano de obra de primera. No solamente barata, sino de una calidad artística sin parangón.
Creo que nuestro sustrato católico nos impide organizar una industria con eficacia. Los protestantes son mucho mejores en eso, porque no tienen un sentimiento de culpa hacia el éxito económico. En España a algún artista le va bien económicamente y ya tienes a todos hablando mal de él. Y no pararán hasta hundirlo. Es un pueblo rastrero, qué le vamos a hacer: queremos a todo el mundo vivo, pero infeliz. Al menos no fomentamos una cultura de las armas ni tenemos masacres en masa como en los Estados Unidos, esa es la parte buena.
Es un secreto a voces que el editor español prefiere que los y las historietistas nacionales publiquen en el exterior antes que en nuestro mercado. Así ahorra costes. ¿Esto es lícito? ¿Cómo podría regularse esta situación para que se beneficien los autores y autoras como corresponde?
Te cuento mi tiro de gracia con la industria española: cuando surgió la oportunidad de emprender el proyecto de álbum UNA REVOLUCIÓN LLAMADA RASPUTÍN, que guionicé para el dibujante Manuel Carot, él me dijo que ya tenía por dónde moverlo en Francia para colocarlo en alguna editorial. Yo, por mi deseo estúpido de ayudar a generar industria propia (a eso me he dedicado 30 años, insisto), le dije que por favor lo moviéramos antes por España para publicarlo aquí primero y que, si en España tenía éxito, ya lo venderíamos a Francia o a los países que se interesaran, pero que prefería contribuir a la industria española y que la obra fuera originada y financiada en nuestro país. Manuel me lo permitió. Así que escribí a tres editores españoles importantes. Los tres me contestaron exactamente lo mismo: el proyecto es TAN pero TAN bueno que no vais a tener problema en publicarlo en Francia… y luego ya compramos nosotros los derechos por mil euros, para la edición española. O sea, parafraseando a Unamuno, ¡QUE INVIERTAN ELLOS! En efecto, lo movimos en Francia y a los dos días Manuel ya lo había colocado en Glénat. ¿Cuánto nos pagaban? Más de 20.000 euros. Es decir, unas cinco veces lo que nos hubieran pagado en cualquier editorial española. ¿Qué le dije a Manuel? “Mátame, Manolo, porque soy un imbécil”. Esta anécdota la sentí como un escupitajo a mis treinta años de trabajo por contribuir a levantar una industria del cómic en España. Y resume lo que saben absolutamente todos los artistas que trabajan en los cómics en España y que no viven del Estado.
¿Y qué pienso entonces de España y de su sector cultural? Que nos merecemos a Putin.
Entiéndeme: yo he visto más cosas en el sector cultural que el Rutger Hauer haciendo de robotín. Menos naves más allá de Orión, he visto de todo. Todo tipo de estafas, quiero decir: productores de cine multiplicando por diez un presupuesto de rodaje y recibiendo gracias a ello el triple del presupuesto real en subvenciones del Ministerio de Cultura, debido a lo cual no necesitan mover la película porque ya se han llevado beneficios (su inversión inicial triplicada automáticamente en cuanto estrenan en una sola sala, sin necesidad de anunciar la película); recibiendo una subvención extra por ser película rodada en un idioma comunitario cuando no ha sido así, tras lo cual ordenan al director que en el festival donde la estrene declare a la prensa que está tan bien doblada al castellano (lengua en la que se rodó originalmente el filme) que parece filmada en ese idioma: pero que no, que está rodada en el idioma por el que se percibieron los 180.000 euros de subvención adicional.
En cómic tres cuartos de lo mismo: he visto editores reeditar eternamente una «primera edición» para no tener que pagar el porcentaje correspondiente a sus autores por ediciones subsiguientes, o publicando la obra en el extranjero sin avisarlos; contratos donde el editor se define como creador de serie, universo y personajes de los verdaderos autores para poder echarlos al segundo álbum; un editor extranjero rogándome como favor personal que mueva en editoriales españolas una obra de cómic de su país y, una vez colocada por mí desinteresadamente en un sello español, me entero de que ha ido llamando a los autores de la obra para cobrarles una comisión ¡en mi nombre!, utilizándome para sonsacarles dinero; editores que saldan obras sin avisar a los autores y sin retribuirles ningún tanto por ciento de esas ventas; vendiendo merchandising de las obras sin permiso de los autores ni, por tanto, porcentaje para ellos…
En fin, podría escribir un libro sobre esas mañas picarescas de algunos editores si no me pareciese deprimente tener que hacerlo.
La pérdida del mercado en los quioscos durante los noventa, con la desaparición progresiva de las revistas de cómics infantiles y para adultos, ¿hasta qué punto supuso un desastre para los trabajadores y trabajadoras del cómic? ¿Cómo te afectó en tu caso?
Bueno, yo tenía contrato fijo en Ediciones La Cúpula y me iba bien, podía haberme quedado allí toda la vida. Pero a mí me aburre trabajar en un mismo sitio más de cinco años. Tras siete allí cerré esa etapa y me despedí. Yo creo que el exceso de proteccionismo en los contratos hace que el trabajador español se vuelva una marmota. Inmovilista. Es un país que lo quiere todo seguro y donde la meritocracia no existe. Y por eso un afilador de lápices vive mejor que un artista. Además, mucho llamamiento a la protesta y el bien común, pero en cuanto alguien quiere vivir sin patrón se le tira del pie abajo para que caiga con los demás sometidos. No hay nada que un líder sindicalista tema más que a un trabajador autónomo. Por eso los autónomos somos la última mierda en España. En España se necesita al patrón: hay que tener patrón para poder odiarlo y quejarse. Pero no queremos vivir sin patrón ni sobre todo que otros lo hagan. Porque nos desmonta el tenderete.
Yo no echo de menos el cómic en los quioscos, más allá de que refleja una nostalgia puntual, o no más de lo que echo de menos el cómic en los diarios, por ejemplo. Pero los tiempos cambian y los medios de ventas son otros. Hoy se puede vender mucho desde una librería especializada y desde una gran superficie, no creo que eso sea un problema.
Nuevos formatos como la novela gráfica o el manga, ¿son dignos ejemplos de este capitalismo liberal de andar por casa que domina la historieta española y dónde básicamente se produce el doble y se gana menos que antaño? ¿En tu caso has cobrado un precio acorde a tu excelso trabajo?
Ja ja ja, ¡cariño, jamás podría cobrar un precio acorde a lo excelso de mi trabajo!
El capitalismo sólo produce si le interesa económicamente, al menos ahí no hay trampa ni cartón. Y el 90% de los autores españoles no interesamos porque no hay público interesado en nosotros. El público se interesa por nosotros si triunfamos en el extranjero y nos sacan en todos los medios porque hemos triunfado en el extranjero. Así que para el editor español no sólo es rentable que inviertan las editoriales extranjeras en nosotros, sino que sabe que el mercado español recibe mejor a Perico de los Palotes si su nombre ha salido antes en un tebeo en inglés o francés. ¿Dónde triunfó BLACKSAD, dónde triunfó Paco Roca, dónde Ana Miralles?
La novela gráfica es simplemente un formato concreto que gusta a su público, que son dos mil lectores de Anagrama, o sea, cada vez más pijos y aburguesados: es un formato acorde con el proceso de aburguesamiento y elitismo que ha vivido el cómic español. El manga es el único cómic que tiene público real en España, pero por suerte todavía no se le considera cultura. O sea, es la única cultura real que todavía ejerce influencia real en un público real.
Esta incertidumbre e intranquilidad laboral que parece acompañar a los trabajadores de la historieta en España, ¿hasta qué punto ha podido afectar a tu salud mental?
Yo creo que un poco de locura siempre está bien en un artista: te ayuda a ser más creativo. Así que eso sí lo agradezco. ¡Gracias por transmitirme tanta precariedad y miedo, industria española del cómic!
¿Tu vida familiar también se ha podido ver afectada? ¿Se ha respetado en algún momento el derecho a la conciliación familiar en nuestra historieta?
No sé lo que es la conciliación familiar: yo siempre me he llevado bien con mis padres y mi hermano, nunca ha habido que conciliar nada. Pero vamos, si yo hubiera tenido hijos o tuviera que mantener una familia, sería un pobre desgraciado trabajando en un periódico, en un banco o de funcionario, como la mayoría de españoles. No me acercaría ni con un palo a los cómics.
¿Hasta qué punto la mujer ha sufrido una mayor discriminación laboral en nuestro medio?
Yo eso no lo sé ni creo que sea quién para arrogarme la competencia de decirlo. Hay compañeras artistas mucho más puestas en ese tema. En mi experiencia personal, nunca he sabido que haya habido discriminación remunerativa en las editoriales en las que yo he trabajado, ni en el staff ni entre el sector artístico. Pero son las trabajadoras y artistas de esas editoriales quienes deben decirlo.
Ahora, donde sí vi mucho machismo es en la crítica de cómics: estos señorones tan comprometidos socialmente, tan serios, pomposos y solemnes echaban una lagrimita cada vez que les tocaba reseñar un cómic western, por ejemplo. Pero no veas el desprecio o desdén o silencio lapidario con que trataban el cómic romántico hecho por dibujantas o el mismo ‘Esther y su mundo’. Burla es poco para definir el asco o indiferencia con que se miraba ese género. Y eso por suerte ha cambiado para bien, gracias principalmente al activismo de las asociaciones de autoras en España, que de modo inteligente —y en contra de lo que suele suceder siempre en nuestro país— no han sido clasistas y han abrazado esa cultura popular femenina y la han reivindicado, tanto como el cómic activista o el de autora. Creo que una Purita Campos o una Trini Tinturé o una Carme Barbarà sí han vivido para poder ver esa reivindicación suya y de sus obras. Y eso las feministas españolas del cómic lo han hecho de manera ejemplar y hay que agradecerlo muchísimo, porque el sector masculino hetero sigue en gran medida riéndose de cualquier conato de cómic español popular mientras por las noches duerme abrazado a una figurita del Capitán América.
¿Sus condiciones actuales se han equiparado o aún persiste la vulneración de sus derechos?
Eso lo tienen que decir ellas. Bastante hartas están ya de que los hombres hablemos por ellas. Hay que saber cuándo toca dar un paso atrás y escucharlas de una vez. Y ahora sigue tocando escucharlas y ayudar a mejorar todo.
¿Existe conciencia de clase entre los autores y autoras de tebeos?
Bueno, a mí esto de «conciencia de clase» me suena a terminología de locomotora a vapor, igual de carpetovetónica, sectaria y caduca que los cristianos perseguidos haciendo el símbolo del pez en el suelo para reconocerse entre sí. Es un rollo comisario político similar al del inquisidor católico. Yo soy ateo, creo cultura pagana y no tengo conciencia de clase, salvo cuando me sale el salvaje ante tanto pijo esnob en el sector cultural, pero es un tic irreprimible en mí. Igual que puedes amar a la humanidad porque sí y no porque «Dios te lo ordenó», uno también puede luchar por la justicia para todos los seres humanos, no porque te lo dicte tu «conciencia de clase». Las clases no deberían existir, para empezar: pero quienes dicen tener conciencia de clase suelen ser paradójicamente los primeros a los que les interesa que las clases se mantengan bien definidas, para poder seguir comiendo de ese cuento.
En cuanto a la conciencia de clase en el sector del tebeo: sí, claro que existe, sobre todo una conciencia de clase de postureo. Te la resumo. Todos los autores españoles tienen claro lo que hay que hacer: darle la espalda al tinglado español y conseguir publicar en Francia o en Estados Unidos, donde sí pueden ganar muchísimo dinero porque son industrias reales y al parecer allí la gente lee. O sea, enriquécete en una industria capitalista del Primer Mundo. Luego los acomplejados españoles te van a recibir en tu país con los brazos abiertos, porque si triunfas haciendo cómics mercantiles para el Imperio USA o Francés, eres un héroe nacional y hasta un genio, porque alguien que triunfe allá no puede ser mal autor, porque los principios de ‘¡Bienvenido Mr. Marshall!’ son los que siguen rigiendo aquí. Y cuando te toque hablar de la situación del cómic en España, ponte la máscara de la conciencia de clase y di que el cómic español necesita ayudas del Estado y subvenciones públicas. Y ahí ya todos se desharán en lágrimas y te erigirán una estatua y tú podrás seguir viviendo como Dios dibujando héroes fascistas estadounidenses o aventuritas francesas que no tienen nada que ver con tu tradición cultural. Y para tus compatriotas seguirás siendo un héroe del proletariado en el escaparate público, que a fin de cuentas es lo único que se desea: dar el pego.
Lo que digo: como sociedad somos, tanto progresistas como conservadores, una excrecencia católica y, por tanto, corrupta.
¿Podrá darse en algún momento un sentimiento de solidaridad para reclamar por sus derechos? ¿Cuál puede sería a tu parecer la manera más efectiva de lucha?
No lo sé. Yo siempre he sido escéptico de las asociaciones y sindicatos, porque siempre me huelen a chamusquina y a desvío de fondos. Pero no hace falta ser tan libertario como yo en la vida y hay asociaciones que sí son útiles. Como mínimo, las funciones de ARGH! respecto a ayudar a los historietistas a entender los contratos y las exigencias que pueden hacer como profesionales me parecen muy de agradecer, especialmente para la gente que empieza. Yo soy un individualista de mierda, así que me gustaría que se siguiera pensando en cómics para el mercado, para que no acabe siendo todo tebeos de pornomiseria, como si los del cómic fuéramos los esclavos tontos que legitiman moralmente al corrupto Poder estatal que “dadivosamente” hace cultura sobre gente pobre y buena. Además, yo hago cómics de sexo y violencia, y eso no se subvenciona ni le interesa al Poder.
Pero sí me parece que estaría bien que se exigieran unos mínimos a las editoriales, al menos que traten a los autores con el mismo respeto económico con que tratan a un maquetador o al mozo de almacén. Con eso nos conformamos. Y con todos mis respetos al maquetador y al mozo de almacén, aquí nadie es prescindible.
¿La presencia de los autores y autoras de cómic en la negociación por el Estatuto del Artista es un paso hacia cierto grado de normalización?
Puede ser.
¿Una primera medida para fomentar la creatividad y armonización con unas condiciones laborales justas sería establecer una normativa clara y precisa sobre derechos de autor?
Pero es que los derechos de autor no son el problema principal de los autores de cómic. El problema principal es que no hay lectores de cómic en España. Al menos, no de cómics españoles. Por tanto, nunca sale a cuenta pagar dignamente a los autores, parece. Los libreros viven del cómic, los editores viven (bastante bien) del cómic, hasta el chico del almacén vive del cómic. Los únicos que no viven del cómic son los autores. Y ninguno de esos sectores ha hecho campañas de solidaridad con nuestro gremio para ayudarnos ni se han preocupado si tenemos o no dinero para llegar a fin de mes. Nadie ha dicho “Vamos a hacer una campaña de ADOPTA A UN AUTOR DE CÓMIC”. En cambio nosotros estamos siempre haciendo campañas para las sectores que sí viven del cómic: empezando por ser hombres anuncio de nuestra propia obra, como si todos hubiéramos estudiado una segunda carrera de Automarketing. ¿Dónde están las secciones de promoción de las editoriales, dónde su inversión y su eficacia?
Un paso para nuestra mejora como colectivo es aumentar los derechos de autor, claro que sí. Pero aún más importante, creo, es fomentar la lectura de cómic. Y de TODO CÓMIC: no sólo del subvencionado, de los de “todo el mundo es bueno” y todos estos sermoncillos aleccionadores, porque si hacemos eso, los niños y jóvenes huirán del cómic, ¡porque son cómics predecibles y aburridos! Y pasará como con el cine español en los años 80, cuando Pilar Miró empezó a subvencionar solamente películas con buen fondo moral y buenos sentimientos o con prestigio intelectual, y así hundió la industria porque la gente no tenía buen gusto cinematográfico, parece: por eso acabamos todos asqueados del cine español y preferíamos ver mil veces antes cualquier Conan o Mad Max de serie B foránea a otra peli de personas buenas y solidarias llorando.
¡Tú pon el CARNE DE CAÑÓN de Aroha Travé en las escuelas e institutos y vas a comprobar los miles de niñas y niños que se aficionan a leer tebeos! Hay que ponerles a leer cosas que molen, no muermos.
Si no nos espabilamos, el cómic español acabará siendo también «cultura de cara a la galería».
Si es que no lo es ya.