Aunque el tandem Muñoz/Sampayo fue tan importante e intenso en su comunión que resulta difícil disociarlos, es quizá en Billie Holiday donde mejor podemos identificar al Sampayo musical, al experto en Jazz que nos deleitó desde Cuadernos de Jazz o desde la indispensable guia Discografía personal del Jazz ( 1920-2011).
Billie Holiday narra la vida de Eleonora Tartempion, Lady Day, la mejor cantante de jazz de toda la historia, una mujer de vida intensa, trágica y llena de excesos. Una biografía al uso hubiera seguido cronológicamente la vida de la cantante hasta su muerte por cirrosis en 1959. No hubiera sido complicado, ya que la propia cantante firmó un texto autobiográfico llamado Lady Sings the Blues que dejaba el terreno allanado para cualquier adaptación (no en vano, en 1973 Diana Ross protagonizó un film con el mismo nombre). Sin embargo, Sampayo opta por un camino algo más tangencial y mucho más interesante, algo más cercano a una melodía jazz que a la anodina música de ascensores con la que muchos biógrafos orquestan sus narraciones.
La historia está ambientada en 1989, cuando un periodista se documenta para escribir un artículo conmemorando el treinta aniversario de la muerte de Billie Holiday. A través de su investigación periodística asistimos a momentos concretos de la vida de la cantante, desde sus inicios como prostituta adolescente, donde tuvo sus primeros escarceos con al heroína, hasta su anónimo fallecimiento ingresada en un hospital, víctima de la cirrosis.
En un alarde de genialidad, la biografía de la cantante se entrelaza de un modo casi mágico con la de un segundo narrador, Alack Sinner, estableciendo un poético vínculo entre la concepción de Alack al son de una melodía de Lady Day que durará hasta el final de la vida de la vocalista. Estos encuentros casuales e incluso la presencia de un joven Alack (aun agente de policía) en el hospital donde fallece Billie funcionan como versos libres en la narración más convencional que construye el narrador principal. Por seguir el símil musical, la melodía principal se ve modificada y complementada por una melodía secundaria creando un sonido complejo y fascinante sin dejar de ser asequible a cualquier oido.
Gracias a la aparición de Alack Sinner, Billie Holiday es para los completistas una obra englobada dentro del ciclo narrativo del detective creado por Muñoz y Sampayo a mediados de los setenta. Como tal, pertenecía a la segunda etapa de historias de Alack, el iniciado en 1982. Y es que pese a su vocación de secundario en la historia, es aquí donde descubrimos que en 1989 tenía cincuenta y tantos años (no más de cincuenta y cinco, aunque no termine de concretarse su edad) y asistimos a detalles de su infancia que nos habían sido convenientemente ocultados hasta el momento. Alack se humaniza y deja de ser vehículo de historias para dejar que su propia historia se abra paso.
Si la estructura argumental basa su riqueza en la complementariedad de las dos voces narradoras, una más academia y otra más anecdótica y quizá disonante, los diálogos de Sampayo son puro jazz.
En Billie Holiday, los textos de apoyo asumen la voz periodística pero no construyen un corpus narrativo continuo, sino que dejan paso a las escenas de la vida de la cantante en las que diálogos fragmentarios compuestos de letras de canciones, pensamientos y conversaciones nos van ofreciendo un certero retrato de la Gran Dama del Jazz aunque nunca lleguemos a interpretar sus pensamientos. Sampayo obliga al lector a juntar piezas, a completar conversaciones, a adivinar cuales son las terribles heridas que le obligan a recurrir a las drogas en un sutil intento de aplacar el dolor.
Mucha gente identifica el jazz con disonancias melódicas cuando lo que de verdad caracteriza al jazz es el desarrollo libre de estructuras melódicas complejas en base a una estructura que sirve de armazón estructural. Billie Holiday es una bellísima melodía jazz y no en vano su guionista es un experto conocedor de los secretos de este género musical.
Koldo Azpitarte