Estamos a principios de los 80, José Muñoz y Carlos Sampayo acaban de realizar “Encuentros y reencuentros”, su más extensa narración de Alack Sinner. En ese momento sienten la necesidad de ir haciendo historias de otro tipo, que incorporasen elementos y experiencias propias de su cultura, de su pasado; lo que podríamos denominar como la exploración de su identidad, de su subjetividad, o de una parte sustancial de ellas. Para hacerlo deben ir además buscando nuevos soportes, como por ejemplo en “Tango y milonga”, una recopilación de ilustraciones y textos sobre un hipotético sábado por la tarde en la Argentina de los años 50. Fruto de esta necesidad expresiva de Muñoz y Sampayo nace “Sudor Sudaca”, una obra tan inclasificable como capital en la trayectoria de sus autores.
Cabe señalar que ya existía el precedente de la primera historia de “El bar de Joe”, “Pepe el arquitecto”, en la que por primera vez presentan un protagonista argentino en una de sus narraciones, con la excepción de su propia aparición como personajes en una de las primeras historias de Alack Sinner. “Pepe el arquitecto”, la historia de un exiliado que sufre problemas de adaptación acrecentados por su propia paranoia, supone el arranque de un proceso de “argentinización” de la dupla Muñoz-Sampayo que resultará vital en su desarrollo como creadores.
Federico Reggiani en su (muy recomendable) texto “Historietas en transición: Representaciones del terrorismo de Estado durante la apertura democrática”, donde realiza un brillante análisis de “Sudor Sudaca”, definía la obra con las siguientes palabras:
«Sudor Sudaca, la serie realizada por Carlos Sampayo y José Muñoz entre 1982 y 1984, trabaja directamente con esta ruptura, con la ininteligibilidad como material y con la fragmentación como tema y como principio constructivo. Fragmentación entre pasado y presente, entre Europa y Latinoamérica, entre vivos y muertos. Sudor Sudaca está recorrida enteramente por la experiencia del exilio. Impublicable en Argentina en el momento de su concepción, aunque fuera contemporánea a la apertura post-guerra de Malvinas».
Las historias que componen “Sudor Sudaca” representan una de las máximas expresiones de la sintaxis propia de sus autores, la exacerbación del modelo Muñoz-Sampayo. Ininteligible, por momentos, e indescifrable para el lector europeo, en otros, en algunas de sus historias es llevado al límite el recurso de la multiplicidad de voces, de modo que hay partes en las que todo el mundo habla al mismo tiempo y, aunque la mayoría utilicen la misma lengua, nadie parece entenderse con nadie. Volviendo al texto de Reggiani:
«Los episodios de exilio tratan, en registros distintos, acerca de la imposibilidad de reconstruir historias, tanto como acerca de la desconfianza y el desconocimiento entre quienes comparten el exilio. “Solos para siempre” cuenta la historia de Roby, un argentino que inventa haber estado secuestrado por la dictadura para seducir a Juana y que, tras un encadenamiento de rumores entre la comunidad de argentinos, es considerado un posible infiltrado de los militares y excluido del grupo (…) “Dos o tres mil cosas que los otros saben de mí,” en que el protagonista es interrumpido en su casa por dos compatriotas a quienes no recuerda, pero que parecen conocer todos los detalles de su vida».
Uno de los motivos que convierte a “Sudor Sudaca” en una obra tan fascinante deriva de la pasión e implicación que pusieron en ella sus autores. La marca Muñoz-Sampayo tiene como uno de sus elementos definitorios principales la pasión con la que afrontan su labor, pero en este caso la implicación, lo que ponían de sí mismos, tenía un plus. En este sentido, a Muñoz le resultó imposible realizar una de las secuencias, dificultad que resolvieron utilizando bloques de texto con el guion que debía ilustrarse sobre un fondo blanco.
“Sudor Sudaca” es una obra de la que se puede decir que se adelantó a su época, por manido que suene. Tal vez la mejor prueba de todo ello la encontramos en el hecho de que no haya sido reditada en España habiendo trascurrido ya 35 años de su edición en libro, o que esta edición en libro no haya llegado a la Argentina natal de sus autores hasta 2015. Hasta se podría decir también que se adelantó incluso a la capacidad de sus propios creadores de gestionar aquello que querían expresar y cómo hacerlo (como quedó reflejado en la secuencia referida de “Solos para siempre”). Si la sublimación es el proceso que consiste en el cambio de estado sólido a estado gaseoso sin pasar por el estado líquido, probablemente la física nos sirve acá para representar metafóricamente la importancia de una obra como “Sudor Sudaca”; un trabajo que no se puede entender solamente como un paso más en una trayectoria creativa, sino que supone un salto al vacío (sin paracaídas) de dos creadoras, que acaso sin pretenderlo (como Fleming con la penicilina), llegaron a un nuevo estado de agregación de la materia tebeística. En pocas palabras, una de las obras mayores de la historia del cómic.
Norman Fernández