Jorge Zentner conoció al pintor y dibujante francés Bernard Olivié (Paris, 1961) a finales de los años ochenta. Una relación que se volvió más cercana a principios de la siguiente década cuando el guionista se trasladó a vivir a Toulouse, la ciudad donde residía Olivié que hacía tiempo que estaba planeando hacer un cómic. De esa relación de amistad surgió HamérikKa, un cómic que editó Rackham en Francia en 1991 en el podíamos encontrar todo tipo de homenajes literarios, desde Kafka pasando por la novela Con otra piel de Dylan Thomas. Por desgracia, se trata de un trabajo que nunca ha sido editado en castellano. Varios años después el dibujante le volvió a solicitar un guion al argentino que desempolvó un libro en prosa que tenía escrito titulado Caravana. Un trabajo formado por 80 textos muy breves en los que se explicaban 80 situaciones que explicaba alguien que viaja en una caravana que atravesaba el desierto. De entre todas esas historias Zentner seleccionado cuarenta que convirtió en guiones de cómic de tres páginas de duración que Olivié traslado al lenguaje visual del cómic. El resultado fue editado en Francia por Frémok y en España por Astiberri a principios del presente siglo. Una obra que está repleta de historias intimas, de ritmo lento que hay que degustar en el mismo silencio que reina en el desierto y que fue nominado al Alph-Art al mejor guion en el Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2004.
Caravana es una sucesión de episodios breves de un marcado lirismo que podrían perfectamente encajar en cualquier libro de poesía gráfica. En cada una de sus breves historias nos encontramos con la danza que se produce entre las imágenes y las palabras mientras se entremezclan para ofrecernos una lectura repleta de matices sutiles de una profunda belleza y un ritmo poético que extrae la esencia de la vida y la muerte en un desierto onírico, eterno y seductor.
Unas historias que apelan a nuestros sentimientos, dudas y anhelos más profundos mientras acompañamos el viaje a ninguna parte y a todas de unos nómadas y camelleros que parecen imbuidos de la sabiduría que les susurra en secreto la arena del desierto. Un desierto lleno de blancos, grises y negros donde cada duna esconde un pequeño oasis en el que tiempo se ralentiza para deleitarnos con su serena y cambiante belleza.
Pocas veces nos encontramos ante obras en las que, como sucede con Caravana, el dibujante es capaz de interpretar a perfección el alma del guion potenciando con sus dibujos el mensaje que se quiere transmitir. Algo que logra con un estilo tan sintético como el que encontramos en los textos que dejan que sean el dibujo y la composición de cada página los que marquen el ritmo y modulen las emociones. Pero esa pericia grafica no serie nada sin la intimidad y calidez que descubrimos en cada palabra y frase.
Caravana es una de esas obras que no pasan desapercibidas para quienes se adentran en sus páginas de una manera libre y desprejuiciada, ya que nos permite conocer otras formas de hacer cómics. Algo que en la época en la que fue convencida no era sencilla puesto que los parámetros habituales en los que se movían los cómics estaban bastante marcados y salirse de ellos y conseguir editorial no era tan sencillo como ahora. Por desgracia, Zentner y Olivié no siguieran colaborando con obras como esta. Un trabajo por el que al igual que sucede en el desierto no han pasado los años y sigue siendo igual de estimulante y emocionante veinte años después de la primera vez que nos zambullimos en sus páginas.
Diego García Rouco